jueves, 28 de noviembre de 2013

Comentario "Yo voy soñando caminos" de Antonio Machado


Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero…
-La tarde cayendo está-.
“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón.”
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada.”
1. Localización


Este texto pertenece a la primera sección de Soledades. Galerías. Otros poemas (1907), libro que puede considerarse una ampliación de las Soledades de 1903. Ambas obras pertenecen a la primera

etapa de la producción poética de Antonio Machado, en la que, si bien se perciben influencias del simbolismo y del modernismo, el poeta logra alcanzar una voz madura y personal.
Temas como la infancia, el ansia de amor, el paisaje, el paso del tiempo o la muerte, que provocan en el poeta sentimientos de nostalgia, melancolía o angustia, son recurrentes en esta primera etapa, que se caracteriza por su orientación hacia la intimidad.
2. Tema


El poema nos ofrece uno de los temas frecuentes en Machado: el ansia de amor. El poeta, paseando y admirando la naturaleza, recuerda una canción popular, y al recordarla toma conciencia de su vacío sentimental. El deseo de llenar ese vacío sentimental, que se manifiesta en el cantar que cierra el poema, es precisamente el tema central del texto.
3. Estructura


Desde el punto de vista métrico el poema se compone de cuatro cuartetas (estrofas de cuatro versos octosílabos con rima consonante alterna) y dos redondillas (la misma estrofa pero con rima cruzada). Machado agrupa las tres primeras estrofas en una sola.
 
Esta agrupación de las tres primeras estrofas responde a una unidad de contenido. Si analizamos la estructura del texto, observamos que su disposición tiene cierto carácter narrativo. El poeta, más que expresar un único sentimiento, nos cuenta –aunque en presente- diversos momentos de su sentir. Según ellos podemos apreciar dos partes en el texto.

La primera parte la formarían precisamente esas tres primeras estrofas que se agrupan en una sola
unidad. La despreocupación, o incluso cierta alegría, que le lleva a admirar la belleza del paisaje, a divagar distraídamente y a entonar o más probablemente a recordar una canción, sería la nota dominante de su ánimo.

Sin embargo, en el mismo momento en que termina de recordar esa canción, el poeta toma conciencia de que tampoco él siente ya su corazón, es decir, de su soledad y del vacío sentimental
(estrofas 4 y 5), en clara antítesis con su estado anterior, libre de inquietudes. Y de ello deriva el deseo de llenar ese vacío que expresa la continuación del cantar (estrofa 6).


Ambas partes, por lo tanto, terminan con la cita textual de los versos de esa canción, si bien con funciones distintas: la primera genera la conciencia de su soledad, y la segunda le sirve de medio para expresar su ansia de amor. Y también, en clara correspondencia con los sentimientos de cada parte, encontraremos una naturaleza bella y luminosa en la primera, y un paisaje sombrío y solitario en la segunda.
4. Estilo.


Los cinco primeros versos sitúan el poema en un paisaje que tendrá luego su importancia por su correspondencia, como ya hemos indicado, con su cambio de ánimo.
Por el momento, ese atardecer en el campo y las acciones del poeta no hacen más que sugerir un estado libre de pesares y preocupaciones.
El poeta va “soñando caminos” más que recorriéndolos, es decir, va paseando y fantaseando a la vez. Unas veces presta atención a su entorno y se deja llevar por su belleza. Así, en los versos 2-4, mediante una enumeración asindética de frases nominales exclamativas, pinta en tres rasgos la belleza de un paisaje que despierta su admiración.

Las colinas doradas por el ocaso, los pinos, las encinas… Cada frase nominal repite la estructura artículo-adjetivo-sustantivo, de forma casi paralelística. Otras veces, en cambio, vuelve a sus divagaciones: “¿Adónde el camino irá?” Es un paseo sin rumbo fijo, libre, sin otro objeto que el de recrearse en la belleza del paisaje y de sus fantasías.

Los tres versos siguientes continúan esa misma tónica. Mientras cae la tarde, el poeta sigue recorriendo el sendero. Sin embargo –y es un hecho que destaca la anáfora entre el primer y el sexto verso-, ahora ya no va “soñando”, sino cantando.
O, más probablemente, tarareando o recordando un cantar que cita a continuación, y que el poeta no presenta como algo propio, escrito por él, sino como una canción popular que en ese momento acude por azar a su mente. Verdaderamente el tema de la canción es antiquísimo, y su aire popular innegable.
En la poesía culta, el tópico fue reelaborado, entre otros, por Bécquer y Rosalía de Castro. La versión de Machado –si no estaba recordando verdaderamente alguna copla anónima popular, género que conocía y apreciaba- es similar a las de estos autores. El sufrimiento que conlleva un amor no correspondido se compara, mediante una metáfora de genitivo inverso, con una espina clavada en el corazón (metonimia fosilizada que designa la sede de los sentimientos).
Y cuando por fin se logra olvidar esa pasión (“arrancármela”, continuando la metáfora de la espina), surge el vacío sentimental.
En este momento, la canción que estaba recordando distraídamente provoca, al prestar de pronto atención a su sentido (especialmente al del último verso), que tome conciencia del vacío de su propio corazón falto de amor. Entramos de este modo en la segunda parte del poema, en la que, siguiendo una técnica muy característica del estilo de Machado, se creará una íntima correspondencia entre el paisaje y su estado de ánimo.

Así, en los versos 13-15, es el poeta quien se queda mudo y sombrío, meditando
sobre el significado del cantar. Pero lo que encontramos en el texto es una personificación del campo, al que atribuye esas mismas cualidades humanas. Es decir, una proyección de su estado anímico sobre el paisaje.

La despreocupación del poeta se convierte así en grave meditación, en toma de conciencia de su soledad. A continuación su pensamiento se detiene, y al volver los sentidos al exterior, halla la misma soledad y vacío que siente en su interior, magníficamente sugeridos por el sonido del viento entre el silencio del paisaje.
Y en perfecta correspondencia con su ánimo, al que la consideración de su soledad ha sumido en la melancolía, la caída de la tarde oscurece ese paisaje antes bello y luminoso.
De esta triste consciencia de su soledad brota el cantar con el que expresa su ansia de amor. Aquel cantar que entonaba de forma alegre y despreocupada se transforma ahora, al tomar conciencia,

en un lamento “Mi cantar vuelve a plañir” en el que se continúa con el sistema metafórico del 
primero: la espina sigue siendo metáfora pura que designa la pasión amorosa. Pero ahora no sólo es “aguda” por el dolor que causa en el corazón, sino también “dorada”, valiosa.
 

La paradoja se explica fácilmente: el sufrimiento amoroso es preferible a la soledad y al vacío actual. Encontramos aquí la misma idea que en el canción tradicional antes citada. Y, haciendo suyo el cantar que antes presentaba como ajeno, el poeta se dirige utilizando el apóstrofe a es "aguda espina
dorada" para expresar su carencia de amor y su deseo, que se realza con el uso de la exclamación, de
llegar a sentirlo.

5. Conclusión.


Este poema resulta ilustrativo de la temática intimista y de esa interrelación entre el alma y el paisaje que caracterizan la primera etapa de Machado. Las correspondencias entre el paisaje y los distintos sentimientos nos hacen llegar sutilmente su vacío, expresado de modo más directo en la canción que, conservando su inconfundible sabor popular, se integra perfectamente en el texto. El resultado de ello es un poema en el que la aparente sobriedad del estilo, estimada por Machado como ideal estético, oculta una sutil elaboración que es la clave de su fuerza emotiva.